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domingo, 18 de julio de 2021

Los niños sólo deben ir a la óptica si no ven bien


Una de las múltiples preguntas que se hacen todos los padres respecto a sus hijos es aquella referente a cuál es la mejor edad para revisarles la vista.

Salvo que exista algún problema evidente, como un estrabismo, son pocos los padres que consideran necesario realizar revisiones visuales a sus hijos en los primeros meses y años de vida. Y eso es un error, pues en las ópticas los optometristas estamos capacitados para poder realizar una valoración en la que poder detectar posibles problemas visuales a edad temprana. Y en niños es algo fundamental para poder corregir posibles defectos de visión.

¿Os interesa saber un poco de la visión de los niños y de las pruebas diagnósticas que podemos hacerles?


¿Por qué evaluar en una óptica la visión de un niño?

Es importante asegurarnos de la correcta evolución del sistema visual de los niños. Con pruebas objetivas bastante someras se pueden detectar problemas graves como ambliopías, estrabismos o errores refractivos elevados que, de no detectarse a tiempo, pueden tener difícil solución.

Aunque muchos padres piensan que con las pruebas pediátricas es suficiente para valorar este tipo de problemas lo cierto es que, tras haberlas pasado con mi hijo, os puedo asegurar que son del todo insuficientes.

Igualmente, aunque el profesorado está preparado para detectar posibles problemas oculares, en la práctica diaria es la miopía, por acercarse mucho al texto o no ver bien la pizarra, el único defecto visual detectado con efectividad.

¿Qué desarrollo normal podemos esperar en la visión de un niño?

Inicialmente el ojo humano está en periodo de desarrollo, razón por la cual la visión de los recién nacidos es muy deficiente. Los diferentes estudios otorgan todo tipo de graduaciones, desde miopías a hipermetropías, pasando por astigmatismos varios. Es algo relativamente normal.

Luego, durante los próximos 15 meses, el ojo va creciendo rápidamente, teniendo como objetivo la emetropización, es decir, un ojo sin graduación. Al año de vida la mayor parte de los niños han igualado su refracción, presentando una hipermetropía entre +1,00/+2,00 D. Este valor se mantendrá constante en el resto del crecimiento ocular y es la razón por la que los niños no paren nunca quietos en un sitio. Todo lo que ven les atrae y corren en su busca, pero de cerca no es tan atrayente y van hacia otro estímulo más lejano.

Hasta los seis años el crecimiento del ojo es lento pero constante. En este momento la refracción media es de  +1,00 D y solo aproximadamente un 2% de los niños son miopes.

Respecto a la binocularidad (la capacidad de ver con los dos ojos a la vez) y la acomodación (capacidad para ver a todas las distancias) indicar que a los seis meses debe ser aceptable. Es decir, a partir de esa edad el niño ya no debería torcer ningún ojo (algo habitual en bebés). Es importante no asustarse respecto al estrabismo, pues en muchas ocasiones la apariencia de torcer un ojo se debe al diferente desarrollo del epicanto, una membrana próxima a la nariz.

A la edad de 4-5 años la estereopsis de los niños, su capacidad para fusionar las imágenes de ambos ojos, debe ser como la de un adulto. Ello requiere una correcta coordinación de los músculos oculares, algo que, no obstante, puede retrasarse hasta los 6-7 años sin ser motivo de alarma grave.

Entre los 6 y 8 años el ojo del niño ya está plenamente formado y debería alcanzar la unidad en un test de agudeza visual.

¿Desde que edad podemos empezar a revisar la visión de un niño?

Según recomiendan los oftalmólogos pediátricos, la visión de los niños puede revisarse desde los seis meses de edad con total garantía. Las pruebas a las que van a someter a los pequeños son las siguientes: 

  • Retinoscopía estática para averiguar un posible defecto refractivo. 
  • Medición de las forias para verificar posibles desviaciones en los ejes visuales.
  • Toma de Agudeza visual y refracción subjetiva tanto en lejos como en cerca.
Ahora bien, no todos los niños necesitan una revisión tan profunda a tan corta edad. Los pediatras están capacitados para cribar los casos de los niños donde puede existir algún problema y será ellos, por lo general, los que remitan al especialista si ven algo extraño.


¿Qué mediciones podemos hacer a un niño pequeño (a partir 3 años) en la óptica?

Uno de los principales test objetivos para poder descubrir errores refractivos son los Test de Agudeza Visual. Sí, las clásicas letras que os ponemos a leer en el gabinete. Pero para niños existen test adaptados.

Uno de los más famosos es el Test de LEA, empleado tanto para niños como para personas que no saben leer o tienen deficiencias psíquicas. Se trata de un test que emplea dibujos simples (cuadrado, círculo, casa, manzana) que son fáciles de reconocer por los niños. El niño puede contestar verbalmente, o puede señalar la figura en una tarjeta auxiliar.

A partir de los cuatro años se puede utilizar el Test de la E, indicando el niño con su mano el lugar hacia donde está abierta, o un test de números. Igualmente, para los más avanzados, podemos usar las letras si ya las conocen.

Respecto a la agudeza visual normal es importante indicar que hasta los 6 años es posible que no alcancen una agudeza visual igual a la unidad. Por tanto, si a partir de esta edad notamos agudezas visuales extrañamente bajas deberíamos sospechar de algún problema refractivo.

Igualmente que en lejos, existen test especializados para comprobar la agudeza visual en cerca, algo muy importante dada la pronta escolarización de los niños y la gran demanda que les exigen en distancias próximas.

El siguiente paso es valorar la binocularidad. Para la binocularidad se utiliza el llamado Cover Test, con el que se descartan estrabismos o forias importantes. Para que el niño mantenga la fijación mientras se le tapan los ojos alternativamente es recomendable cambiar el punto luminoso habitual por un dibujo atractivo.

El Cover Test es una sencilla prueba que consiste en tapar los ojos del niño con un oclusor alternativamente. Se esta forma vamos a poder detectar, de forma rápida, si el niño desvía algún ojo de forma importante ante ausencia de estímulo.



Para comprobar la existencia de fusión ocular entre ambos ojos también es recomendable realizar el Test de Worth, una prueba consistente en colocar un filtro rojo y otro verde en cada ojo. Luego se presentan cuatro luces en la pantalla: una roja superior, una blanca inferior y dos laterales verdes. Según sea la respuesta averiguaremos si los ojos poseen buena estereopsis.



Otra prueba muy sencilla de realizar consiste en evaluar los movimientos oculares. Para ello necesitamos un punto de fijación que interese al niño y colocarlo a unos 40 cm de su rostro. Luego pedimos al niño que siga el objeto, con la precaución de que no mueva la cabeza y sean los ojos los que realicen el trabajo. Nuestra tarea será trazar una especie de H para abarcar todas las posiciones de mirada. Lo habitual es que los movimientos sean suaves, precisos, extensos y completos (SPEC), descartando algún problema de motilidad, saltos o nistagmus en determinadas posiciones de mirada.



Una prueba que suele hacer mucha gracia consiste en averiguar la preferencia de mirada. Aunque miramos con ambos ojos, uno es el director y otro el acompañante, razón por la cual no vemos el mundo doble en todo momento (pues las imágenes de ambos son ligeramente diferentes dada su distinta posición espacial). Aunque existen test específicos para ello, averiguar el ojo director es tan sencillo como colocar una hoja con un agujero en el centro y pedir al niño que se asome por el orificio. Advertir que es importante presentarle la hoja centrada, para no condicionar la respuesta.



Otro tipo de valoraciones, como la acomodación o la refracción, requieren del uso de la Retinoscopía. Esta técnica optométrica consiste en averiguar la graduación de un paciente por medio de la valoración de las sombras que se producen al enfrentar el ojo a un retinoscopio. Dominar esta técnica es difícil, razón por la cual en muchas ocasiones no se realiza en muchas ópticas, remitiéndose los casos de sospecha de graduación al oftalmólogo. Este especialista, al estar autorizado a suministrar fármacos, es capaz de anular la acomodación con atropina y obtener una refracción objetiva de los niños.



De forma habitual, suele utilizarse este tipo de fármacos ciplopégijos hasta la edad de unos 10-12 años, momento en el que la acomodación ya puede controlarse en las ópticas sin necesidad de fármacos.

Ya sabéis, los que me seguís, que yo tengo una alteración a los colores. Tal vez por ello me gusta incluir, entre la batería de pruebas, una prueba con el Test de Ishihara para descartar este tipo de problemas. En este caso es necesario que el niño conozca los números, por lo que es recomendable realizarlo una vez comenzadas la escolarización.



Por tanto, como conclusión y resumen, una valoración optométrica de un niño (a partir de tres años) debería consistir en:

·        Test Agudeza Visual: valoración visión del niño.
·        Cover Test y Test de Worth: valoración binocularidad correcta.
·        Test movimientos oculares: valoración motilidad ocular
·        Test preferencia de mirada. Valoración ojo director
·        Test de Ishihara: valoración visión normal de los colores
·        Refracción: Retinoscopía (o autorrefractómetro como screening): valoración dioptrías error refractivo y estado de la acomodación.



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