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domingo, 16 de febrero de 2020

Virgilio salvó su patrimonio gracias al entierro de una mosca


Todos aquellos que habéis leído mi último libro sobre romanos, titulado Civis Romanus Sum, habréis comprobado que no aparece por ningún lado la famosa anécdota de la mosca de Virgilio. Tratándose de noticias que equiparan anacrónicamente el pasado romano con el presente, el fastuoso funeral de la mascota del autor de la Eneida era muy equiparable a diversas excentricidades cometidas por ricos actuales (un ejemplo aquí).

Pero resulta que en mi libro me baso exclusivamente en fuentes romanas antiguas, dejando que sean ellas las que os hablen directamente. ¿Queréis saber la razón de este bulo perpetuado en el tiempo?


Seguro que aquellos interesados en la historia antigua de los romanos habrán escuchado este relato más de una vez. Para el resto que estén leyendo esta historia por primera vez os resumo brevemente el episodio de la mosca de Virgilio.

Contextualicemos un poco el asunto. Estamos en el final de la República Romana. La alianza entre Marco Antonio, César Octaviano y Marco Emilio Lépido, conocida como el Segundo Triunvirato, ha surgido tras el vacío de poder por el asesinato de Julio César. Y como son tiempos turbulentos y hay numerosas tropas licenciadas que vuelven a Roma tras vencer a los asesinos de César, los nuevos gobernadores de la Ciudad Eterna deciden entregar tierras a estos soldados para calmarlos. Y como suele ser habitual cuando toca repartir, la idea era arrebatarles esas tierras a los ricos que más tenían.

En el decreto que se iba a promulgar existía una excepción: se excluirían los terrenos en los que hubiera tumbas al considerarlos sagrados. Ya sabemos que los romanos no deseaban nunca enemistarse con los dioses y con los muertos.

El poeta romano Publio Virgilio Marón, enterado por sus contactos que una de sus propiedades estaba incluida, decidió salvar sus tierras con un ingenioso artificio.

Se inventó una mascota particular, una mosca, y salió a la calle apenado diciendo que había perdido a un ser muy querido para él. Y con el objetivo de demostrar el amor que había profesado a su mascota organizó un fastuoso funeral que desbordó todo lo conocido hasta entonces para un insecto: contrató músicos y plañideras que lloraron desconsoladamente; invitó a grandes personalidades, como a su amigo Cayo Mecenas; y en el velatorio no escatimó en comida ni en vino, sirviéndose los mejores caldos. La mosca fue enterrada con todos los honores en un espléndido mausoleo erigido para la ocasión y hasta conocemos el epitafio que inscribió en la tumba:

MVSCA. Sit tibi vrna levis et molliter ossa quiescant

(Mosca. Que te sea leve esta urna y descansen en ella tus huesos)

Hasta las cifras de tal funeral se aportan en ocasiones, dando la cifra de 800.000 sestercios, lo que aplicado a la actualidad supondrían más de 100.000€.

La cifra, aunque abultada, sirvió para que sus tierras no pudieran ser expropiadas por el Estado  y se suele indicar que terminó siendo una buena inversión.

Este relato de la mosca de Virgilio aparece en multitud de páginas de Internet. Y no me refiero a páginas sin ninguna credibilidad, sino en auténticos referentes del sector, como por ejemplo historiasdelahistoria.com (aquí).

Y es más, también aparecen en numerosos libros que presumen de ser divulgadores del saber y conocimiento histórico profesional. Por ejemplo, el portal citado anteriormente remite a la obra El Libro de los hechos insólitos de Gregorio Duval (Alianza Editorial, 1994).

La última vez que vi reflejada esta historia en un libro fue en el titulado Eso no estaba en mi libro de Historia de Roma, de Javier Ramos (Almuzara, 2017). Pero no será el último, pues este relato se seguirá multiplicando infinitamente en el tiempo entre todos esos escritores que divulgan la historia sin ser historiadores. Resulta que los dos autores de los libros nombrados anteriormente no son historiadores, sino periodistas.

Existe una diferencia fundamental entre los periodistas y los historiadores que hace que ninguno pueda realizar la labor del otro. Mientras un historiador siempre debe apoyar sus conclusiones en alguna fuente, los periodistas “informan” sin nombrar sus fuentes. De ahí que a la hora de realizar una noticia o un libro sobre historia tengan el mismo nivel de pulcritud respecto a método científico: ninguno.

Cuando comencé a escribir mi libro Civis Romanus Sum tuve que preparar cada capítulo con atención, documentándome escrupulosamente en las fuentes antiguas disponibles. Y tuve la intención de incluir el episodio de la mosca de Virgilio, pues era interesante. Pero al final lo deseché por no encontrar ninguna fuente antigua que me confirmara tal historia. Es más, sospechaba que la misma era una total mentira, pues poca veracidad podía tener un episodio en el que Virgilio se burlaba de Octaviano, el futuro emperador Augusto, para quien escribió su obra más famosa, la Eneida.

La confirmación de mis sospechas las tuve cuando empecé a leer el libro Fake news de la antigua Roma, de Néstor F. Marqués (Espasa, 2019). En su prefacio aborda este relato y lo cataloga de auténtica Fake new (término anglosajón que podemos traducir por noticia falsa).

Tal como hizo este arqueólogo y divulgador (y no se debieron preocupar los periodistas divulgadores) lo primero que realizó a la hora de investigar sobre este relato fue acudir a las fuentes documentales existentes. Y descubrió, para su sorpresa, que ninguna fuente clásica hablaba sobre la mosca de Virgilio.

Néstor fue más allá y decidió investigar la fuente de la que había salido la historia de la mosca de Virgilio. Os dejo sus palabras al respecto:

Finalmente di con un nombre: R. Ripley, un caricaturista estadounidense que durante la primera mitad del siglo XX se hizo famoso por recopilar datos curiosos y difíciles de creer. La serie Believe it or not (‘Aunque usted no lo crea’) se popularizó en forma de cómic, libro, emisión de radio y televisión, y en todos estos formatos Ripley contó esa historieta. Una escueta grabación en vídeo de 1931 es el documento más antiguo en el que se menciona la narración de la mosca de Virgilio (aunque seguramente se publicaría con anterioridad en forma de viñeta de periódico).  El rastro del relato se pierde con Ripley pues, en su forma escrita, remite al lector como referencia a las Vidas de los doce Césares de Suetonio, obra en la que no aparecen por ninguna parte el funeral ni la mosca”.

Como vemos, todo este relato y su posterior difusión parte de una persona que decidió inventarse una historia a partir de ¿la nada?. En verdad, la cosa no es tan simple y los relatos, aunque legendarios, siempre tienen parte de verdad.

En el caso de la mosca de Virgilio, tal como nos muestra Néstor F. Marqués, el relato ficticio se basa en una serie de tradiciones acumuladas sobre la biografía mítica de este famoso personaje antiguo.

En efecto, Virgilio pasa por ser uno de los poetas más famosos de la antigüedad debido a la fama que tuvo la Eneida como mito fundacional de Roma. Una prueba de ello lo tenemos en el magnífico mosaico conservado en el Museo del Bardo (Túnez), lo que nos demuestra que no sólo se representaban dioses, gladiadores o cuadrigas exitosos.


Mosaico de Virgilio y las Musas (210 d.c.). Procede de Susa (Hadrumetum). Museo del Bardo, Tunez

Tras su muerte aparecieron numerosos textos que se asociaron a su persona de manera muy ligera. Uno de ellos es un breve poema en donde el protagonista es un mosquito. Este insecto salvó la vida a un pastor picándole para despertarle y evitar la picadura mortal de una serpiente. El pastor lo mató y luego se le apareció en sueños para criticar su actitud. El pastor, arrepentido, decidió levantar un túmulo y labrar una inscripción en su honor (Pseudo Virgilio, Apéndice virgiliano, «Culex» 413-414).

Ya tenemos la asociación mosquito-epitafio en tumba-Virgilio. Ahora, el cambio de insecto entre mosquito y mosca, lo tenemos en las leyendas medievales que surgieron en torno a la figura del poeta romano. En Nápoles, lugar donde descansan sus restos mortales, surgieron numerosas leyendas alrededor de su persona. Una muy interesante fue recogida por Juan de Salisbury en su obra Policrático (1159). En ella narra que Virgilio le dio a escogerá a Marcelo, el sobrino de Augusto, entre dos opciones: tener un pájaro que cazara a todos los pájaros o a una mosca que acabara con todas las moscas. Marcelo eligió a la mosca, anteponiendo el bienestar común (una plaga de moscas afectaba por entonces a Nápoles) al suyo propio. Y Virgilio, que en el medievo se consideraba un auténtico mago, colocó la figura de una mosca en una de las entradas de la ciudad evitando que ninguno de estos insectos pudiera entrar en ella.

Con este relato cerramos el círculo y nos encontramos que la falsa historia de la mosca de Virgilio no se creó por generación espontánea, sino que influyeron numerosas leyendas acumuladas en la tradición oral generación tras generación y solidificadas en la mentalidad colectiva.

Me despido con dos grandes frases que seguro os van a hacer reflexionar. La primera es del autor del libro Fake News de la antigua Roma:

De esta manera [debido al engaño de Ripley] se ha expandido esta gran invención que, por suerte para nosotros, nos ha enseñado dos cosas importantes: la primera es que los bulos históricos pueden estar en cualquier parte y debemos combatirlos, y la segunda, que, mientras lo hacemos, podemos descubrir historias fascinantes escondidas tras ellos”.

La segunda del periodista Santiago Tarín (porque también hay muy buenos periodistas que se preocupan por contrastar las fuentes, aunque las mantengan ocultas), la cual aparece en su obra Viaje por las mentiras de la Historia Universal:

De todas maneras, hoy, por muy críticos que seamos, hemos de estudiarlos a ellos [a los falsificadores de la historia] más que a sus obras, con cierta benevolencia o comprensión, pues debieron de ser hombres fantásticos, no malhechores. Existen en la actualidad otra clase de impostores y tartufos más peligrosos; porque no se falsifican datos o hechos, sino que se interpretan los auténticos a su modo y para sus fines”.

Y en este sentido me gustaría recomendaros la lectura de un post sobre el que os alerto de esto último refiriéndome a un tratamiento de óptica (aquí).

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