Esta es una de las frases más habituales que un
contactólogo se encuentra en el gabinete. Bueno, esta y la de, ante la pregunta
del número de horas que se utilizan las lentillas, escuchar que 8-10 horas al
día.
La serie televisiva House nos mostró algo fundamental
en las profesiones dedicadas a la salud: el paciente siempre miente. Y esta es
una realidad invariable.
Para muestra un botón. Preguntas número de horas de
porte de las lentillas. Le sientas delante de la lámpara de hendidura. Realizas
un silbido largo, retiras la lámpara y vuelves a preguntar ¿Cuántas horas me
has dicho que usas las lentillas al día? Ahí conocerás la verdad y no de otra
forma.
Hoy vamos a centrarnos en los problemas que pueden
causar las lentes de contacto si abusamos de ellas en cuanto al número de horas
de porte o no las limpiamos adecuadamente.
¿Cuántas
horas puedo utilizar una lente de contacto?
Hace años, cuando pasamos en las adaptaciones de los
materiales de hidrogel tradicionales a los de hidrogel de silicona, los
fabricantes nos vendieron que, debido al gran paso de oxígeno, los pacientes
podían utilizar las lentes de contacto todas las horas que quisieran. Por ello,
muchos contactólogos comenzaron a eliminar la limitación en el número de horas
de uso.
No obstante, en la práctica clínica, muchos fuimos los
que comprobamos como los nuevos materiales no tenían las ventajas que
aparentemente se publicitaban. Muchos usuarios de hidrogel tradicional los
rechazaban (algo ilógico rechazar una lente más cómoda, ¿no?) y, en los que
habíamos cambiado, diversos signos oculares no remitían, sino que se mantenían
estables (tales como la vascularización del limbo o la existencia de papilas).
Es decir, los nuevos materiales, al contrario de lo
esperado, no suponían una mejora sustancial respecto a los efectos perniciosos
de un abuso en el número de horas de porte y las consecuencias finales eran las
mismas. Por ejemplo, diversos estudios han demostrado que el riesgo a contraer
una infección es el mismo independientemente del material.
La única diferencia era que el paciente, al tener
mejor reemplazo de oxígeno, minimizaba las molestias enormemente (lo que no era
sinónimo de minimizar los problemas en la misma cuantía) y se retrasaba en años
la aparición de efectos perniciosos que llevaban a la intolerancia al uso de
lentes de contacto. Además, gracias al reemplazo frecuente (de anual se pasó a
mensual), la mayoría de efectos perniciosos se minimizaron enormemente.
Por tanto, los nuevos materiales de silicona y los
reemplazos más frecuentes minimizaron los problemas asociados a las lentes de
contacto, pero no supusieron mejora alguna respecto a protección ante
infecciones ni lograron hacer desaparecer las intolerancias debidas a hipoxias
o hipersensibilidades. Puesto que ambas cuestiones se relacionan que el abuso
en el porte resulta lógico inferir que aquel debe seguir manteniéndose dentro
de unos límites razonables.
Por tanto, en base a todo lo anterior, mi
recomendación sigue siendo la misma ahora que cuando terminé la carrera hace ya
20 años: un adecuado porte se encuentra
entre las 8-10 horas de uso, siendo más aconsejable acercarse a la primera
cifra que a la última.
Si dividimos el día en tres partes de 8 horas, puesto
que una la pasamos dormidos (párpado cerrado significa que no existe paso de
oxígeno a córnea), es lógico que dejemos un tercio para que el ojo respire
correctamente (la lentilla siempre será un filtro).
¿Qué
le ocurre a una lente de contacto tras 8 horas de uso?
En primer lugar, según publicó Port M. en Optometry
today (1999; 30:27-35), después de 8
horas de uso, aproximadamente el 90% de la superficie de la lentilla está
cubierta de depósitos.
El tema de los depósitos es muy importante y está
relacionado con las intolerancias a las lentes de contacto. La mayor parte de
esta capa de depósitos almacenada sobre la lente de contacto (los anglosajones
lo llaman Biofilm, aunque yo prefiero
utilizar la palabra española mierda
por ser más descriptiva) es de origen mixto. Es decir, proteínas, lípidos,
bacterias… cada cual con su efecto pernicioso sobre nuestros ojos.
¿Qué
tipo de depósitos existen y cuáles son sus consecuencias?
Los depósitos
de proteínas, de color blanco-grisáceo bajo lámpara de hendidura, eran muy
típicos de las lentes de contacto anuales (hidrogeles convencionales y largos
reemplazos). Su incidencia en las actuales lentillas de reemplazo mensual de
hidrogel de silicona debería ser nula (menor capacidad de atracción iónica),
pero debido a que algunos pacientes alargan la vida útil de sus lentes de
contacto mensuales y no realizan correctas limpiezas su aparición puede ocurrir.
Las proteínas en las lentillas tienen dos
consecuencias muy perniciosas: favorecen la reacción inmune de Conjuntivitis
Papilar Gigante (CPG) cuando se desnaturalizan y, al penetrar en las lentillas,
impiden el correcto paso de oxígeno a través del material, provocando hipoxia
corneal. Además, el confort y la visión se ven comprometidos cuando existen
depósitos de proteínas. Por tanto, aumentar la vida útil de las lentillas por
encima de los reemplazos aconsejados favorece, debido a la existencia de estos
depósitos, la molestia en el porte y, a la larga, la intolerancia a las
lentillas.
Otro depósito
común es el de los lípidos, atraídos
por los nuevos materiales que contienen silicona. También favorecen su
aparición los ambientes cargados, alteraciones de la película lagrimal o la
presencia de problemas como ojo seco o disfunción en las glándulas de Meibomio.
Estos depósitos son fácilmente reconocibles por
presentar un aspecto grasoso y, en ocasiones, permitir imprimir la huella
digital. Los depósitos lipídicos impiden que la película lagrimal se distribuya
uniformemente sobre las lentes de contacto. Y esta pobre humectación genera
sequedad en los ojos y visión borrosa, especialmente hacia el final del día. Un
porte no excesivo en número de horas, una enérgica limpieza al final del día
(el frotar nunca se va a acabar) y el uso de lágrima artificial durante el uso
son medidas adecuadas para prevenir su aparición.
Pasando a los depósitos
externos (los anteriores estaban relacionados con nuestra película lagrimal),
los más peligrosos son los bacterianos.
El Biofilm (recordemos, la mierda) que se crea sobre la superficie de las lentillas
tiene la capacidad de atraer y retener diversas bacterias externas, las cuales
son un potencial peligro infeccioso.
No es casualidad que sean las lentillas de uso
prolongado, esas que se usan interrumpidamente durante semanas, incluso para
dormir, las que posean el principal factor de riesgo para sufrir una queratitis
microbiana. La falta de una adecuada limpieza, unido a las alteraciones que
crean las lentillas en nuestro sistema de protección corneal (ver post Las
lentes de contacto no alteran nuestros ojos) forman un contexto idóneo que
favorece el ataque de diversas bacterias.
¿Qué
complicaciones puedo tener si no utilizo correctamente las lentes de contacto?
Ya hemos adelantado algunas de ellas en la pregunta
anterior, pero vamos a resumirlas ahora:
-
Hipoxia
ocular: significa que la córnea no respira adecuadamente y,
en casos graves, puede provocar intolerancia al uso de lentes de contacto. La
hipoxia ocular está favorecida por diversos aspectos: materiales con escaso
aporte de oxígeno (hidrogeles tradicionales), presencia de depósitos de
proteínas en la lente, escasa limpieza de la lente, excesivo número de horas de
porte, años de mala utilización de las lentes de contacto…
-
Reacciones
de hipersensibilidad (CPG): la presencia de proteínas desnaturalizadas
sobre la lente de contacto (por la falta de limpieza adecuada), así como un
exceso de horas de uso continuado durante años (por su acción mecánica) son dos
factores principales en la aparición de este problema que, en casos graves,
provoca el abandono total de las lentillas.
-
Riesgo
de infección bacteriana: Las lentes de contacto, sea cual
sea su material, tienen un riesgo a provocar una infección corneal debido a los
cambios estructurales generados en la córnea (que disminuyen sus defensas naturales)
así como a la presencia de depósitos que atraen bacterias nocivas para el ojo.
Una deficiente limpieza y hábitos perniciosos (como bañarse con lentillas
puestas) favorecen este tipo de complicaciones.
-
Presencia
de ojo seco: las lentes de contacto provocan,
invariablemente, sequedad ocular, pues alteran la película lagrimal. Esta
sequedad será más evidente en ambientes secos, cargados y en portes muy altos
en cuanto a número de horas de uso.
Todas las complicaciones están relacionadas en un
círculo vicioso que aumenta con los años de uso y podemos resumir de la
siguiente manera:
1. La
lente de contacto provoca un edema corneal (inflamación) que es más acusado
cuanto mayor es el número de horas que llevamos las lentes de contacto puestas
o cuando pasamos por procesos como alergias.
2. Esa
inflamación hace que la lente de contacto pierda su movilidad normal.
3. La
falta de movilidad genera una disminución en la permeabilidad al oxígeno, y la
córnea comienza a padecer hipoxia.
4. La
falta de un buen intercambio lagrimal genera un aumento del lactato y del CO2
en la córnea, variando el Ph lagrimal. Comienzan los síntomas de sequedad
ocular.
5. La
lente de contacto comienza a perder sus propiedades, a envejecer
prematuramente, a ensuciarse y a provocar un edema de mayor cuantía. Y vuelta a
empezar por el paso número 1.
¿Cómo
podemos minimizar al máximo las complicaciones por uso de lentes de contacto?
Tres son las formas de reducir al máximo las
complicaciones:
-
Reemplazar
frecuente y adecuadamente las lentes de contacto.
Es decir, una lente mensual tiene una vida útil de 30 días desde que se abre
del estuche y se pone por primera vez en el ojo.
-
Realizar
una correcta limpieza y mantenimiento de las lentes de contacto.
Esto significa seguir los consejos de nuestro contactólogo relativos a la
limpieza de las lentes de contacto (frotando), a su conservación (cambio diario
de líquido) y a la sustitución del estuche (cada 3 meses es lo recomendable).
-
Realizar
revisiones periódicas en nuestra óptica. Esta es la única forma
de asegurarnos un uso adecuado y la ausencia de daños oculares permanentes
pues, en muchos casos, estos problemas son indoloros y pasan desapercibidos por
el paciente hasta que es demasiado tarde.
¿Qué
recomendaciones generales debemos tener en cuenta los usuarios de lentes de
contacto?
-
Utilizar
los últimos materiales en lentes de contacto. No
podemos ahorrar en temas de salud. Los nuevos materiales de hidrogel de
silicona permiten, respecto a antiguos materiales, un mayor aporte de oxígeno a
nuestras córneas, lo que redunda en una mayor comodidad y salud ocular. La
diferencia económica no es tan importante como para no poder ser asumida por la
persona que desee utilizar lentillas y los beneficios son evidentes.
-
Realizar
reposiciones adecuadas de nuestras lentes de contacto. El
reemplazo aconsejado para las lentes de contacto no se basa en el capricho de
la industria, sino en una serie de estudios que aconsejan determinado reemplazo
de las lentillas. Estirar unos días o semanas ese reemplazo no nos está
favoreciendo en nada, pues además de aumentar las probabilidades de infección
ocular estamos favoreciendo la aparición de una intolerancia futura al uso de
las lentillas. Podemos ahorrar dinero en muchas cosas, pero ahorrar en salud es
una mala idea.
-
Lavarse
las manos SIEMPRE antes de manipular las lentes de contacto. Es
muy importante mantener una higiene adecuada a la hora de ponerse y quitarse
las lentillas, pues minimizaremos contagios de bacterias. Recordemos que las
lentes de contacto son como una esponja que todo lo absorbe (bacterias
incluidas) y que es algo que llevamos mucho tiempo en nuestros ojos (las
bacterias tienen tiempo de sobra para pasar al ojo). Además, a la hora de
secarnos, es preferible un papel a una toalla, pues evitamos que queden hilos
del material.
-
Realizar
una limpieza enérgica de las lentes de contacto.
La limpieza es fundamental. Para lentes mensuales es posible que, dependiendo
de la lágrima del usuario, una solución única sirva para mantener limpias las
lentillas. En otros casos se necesitarán líquidos más fuertes, como peróxidos o
incluso pastillas para remover enzimas. Frotar las lentes también es otro
aspecto importante para mantenerlas en buen estado.
-
No
utilizar agua del grifo jamás con lentes de contacto. Muchas personas piensan que el agua que beben
habitualmente es inocua para sus ojos (lo
que va bien para el estómago no puede ir mal para los ojos¡¿?!) y se
encuentra esterilizada (mejor no investigar en los informes del Canal de Isabel
II si no se quiere uno alarmar). Eso es falso. El agua se trata para el consumo
humano teniendo en cuenta nuestro aparato digestivo, no el ocular. Por ello el
agua contiene numerosas bacterias capaces de provocar desde conjuntivitis hasta
la temida infección por Acanthamoeba,
llamada la bacteria caníbal por comerse, literalmente, la córnea. La Acanthamoeba se encuentra en toda agua
insuficientemente clorada, como la existente en algunas piscinas, lagos o
estanques.
-
No
bañarse con lentes de contacto. Muchos estaréis poniendo
el grito en el cielo. ¿Cómo voy a ver la toalla en la piscina si no llevo mis
lentillas? Hay que indicar que la Acanthamoeba
es capaz de vivir en el espacio existente entre la lente de contacto y el ojo,
colonizando a continuación la córnea y comenzando la eliminación de la misma. Y
las infecciones por Acanthamoeba
están asociadas invariablemente al uso de lentes de contacto en la mayoría de
los casos. Es decir, cualquiera puede infectarse si le entra en el ojo
directamente (buceando con los ojos abiertos, por ejemplo), pero las
probabilidades de infección aumentan en portadores de lentillas. ¿Por qué? Pues
porque permitimos que la Acanthamoeba
anide cómodamente en nuestros ojos mientras llevamos las lentes de contacto
puestas. ¿Qué hacer entonces? No seré yo quien pretenda poner puertas al campo
o teorizar sobre contextos irreales. Los pacientes se seguirán poniendo las
lentillas en situaciones de playa y piscina y nuestra obligación es minimizar
daños todo lo posible. ¿Cómo hacerlo? Aconsejando el uso de gafas de natación
para evitar el contacto del agua con los ojos y recomendando encarecidamente el
uso de lentes desechables de uso diario para minimizar la probabilidad de
contagio. Aunque muchos piensan que una adecuada limpieza es capaz de eliminar
las probabilidades de contagio yo no soy
de esa opinión. Según Kolar SS, et al en Cont Lens Anterior Eye (2015;
38:442-50), el peróxido de hidrógeno tiene una eficacia para eliminar la Acanthamoeba del 87,4%. Bastante alto,
pero inferior al de eliminar el posible foco de infección tirando la lentilla a
la basura. Para los que les gusten los números indicar que una de cada 50.000
personas que usan lentes de contacto en Reino Unido cada año se infectan por la
Acanthamoeba (dato publicado por la
BBC en mayo 2015). Es decir, aunque es una probabilidad baja (0.00002), es
mucho mayor a morir en la carretera o en un accidente aéreo.
-
Realizar
una correcta limpieza del estuche. Muchas personas realizan
una buena limpieza de sus lentes de contacto pero olvidan limpiar o reemplazar
su estuche. Es algo similar como ponernos ropa limpia y no ducharnos nunca.
¿Cuándo cambiar el estuche? Pues cuando cambiemos el líquido, que para eso
siempre viene uno dentro. Acumular estuches en un cajón no sirve de nada. Y,
por supuesto, nunca lavarlos con agua para limpiarlos (recordar la Acanthamoeba).
-
Efectuar
revisiones periódicas en la óptica. Esta es la única forma de
prevenir daños oculares, inocuos al principio, pero que sin tratar pueden
generar intolerancia al uso de lentes de contacto. El principal problema de la
intolerancia a las lentillas viene porque sus iniciales síntomas son indoloros
y no visibles a simple vista por el usuario. La hipoxia ocular (falta de
oxígeno en córnea), tiene una primera manifestación en la vascularización de la
córnea a través del limbo. Eso sólo podemos verlo a través de la lámpara de
hendidura en el gabinete. Y, en muchas ocasiones, cuando lo detectamos y
aconsejamos al paciente cambiar de material, de limpieza o de uso habitual no
nos hacen caso al no tener ningún síntoma aparente. Lo anterior se resuelve con
una simple cámara asociada a la lámpara de hendidura; se graba el problema y se
le muestra y explica adecuadamente al paciente. Así de sencillo.
Espero que con estas indicaciones todo el mundo pueda
ser consciente de la necesidad de utilizar las lentes de contacto correctamente
si no queremos, en el futuro, sufrir problemas de intolerancia que nos impidan
volver a utilizarlas.
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