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domingo, 6 de octubre de 2019

Yo no abuso de las lentes de contacto (complicaciones con las LC)


Esta es una de las frases más habituales que un contactólogo se encuentra en el gabinete. Bueno, esta y la de, ante la pregunta del número de horas que se utilizan las lentillas, escuchar que 8-10 horas al día.

La serie televisiva House nos mostró algo fundamental en las profesiones dedicadas a la salud: el paciente siempre miente. Y esta es una realidad invariable.

Para muestra un botón. Preguntas número de horas de porte de las lentillas. Le sientas delante de la lámpara de hendidura. Realizas un silbido largo, retiras la lámpara y vuelves a preguntar ¿Cuántas horas me has dicho que usas las lentillas al día? Ahí conocerás la verdad y no de otra forma.

Hoy vamos a centrarnos en los problemas que pueden causar las lentes de contacto si abusamos de ellas en cuanto al número de horas de porte o no las limpiamos adecuadamente.


¿Cuántas horas puedo utilizar una lente de contacto?

Hace años, cuando pasamos en las adaptaciones de los materiales de hidrogel tradicionales a los de hidrogel de silicona, los fabricantes nos vendieron que, debido al gran paso de oxígeno, los pacientes podían utilizar las lentes de contacto todas las horas que quisieran. Por ello, muchos contactólogos comenzaron a eliminar la limitación en el número de horas de uso.

No obstante, en la práctica clínica, muchos fuimos los que comprobamos como los nuevos materiales no tenían las ventajas que aparentemente se publicitaban. Muchos usuarios de hidrogel tradicional los rechazaban (algo ilógico rechazar una lente más cómoda, ¿no?) y, en los que habíamos cambiado, diversos signos oculares no remitían, sino que se mantenían estables (tales como la vascularización del limbo o la existencia de papilas).

Es decir, los nuevos materiales, al contrario de lo esperado, no suponían una mejora sustancial respecto a los efectos perniciosos de un abuso en el número de horas de porte y las consecuencias finales eran las mismas. Por ejemplo, diversos estudios han demostrado que el riesgo a contraer una infección es el mismo independientemente del material.

La única diferencia era que el paciente, al tener mejor reemplazo de oxígeno, minimizaba las molestias enormemente (lo que no era sinónimo de minimizar los problemas en la misma cuantía) y se retrasaba en años la aparición de efectos perniciosos que llevaban a la intolerancia al uso de lentes de contacto. Además, gracias al reemplazo frecuente (de anual se pasó a mensual), la mayoría de efectos perniciosos se minimizaron enormemente.

Por tanto, los nuevos materiales de silicona y los reemplazos más frecuentes minimizaron los problemas asociados a las lentes de contacto, pero no supusieron mejora alguna respecto a protección ante infecciones ni lograron hacer desaparecer las intolerancias debidas a hipoxias o hipersensibilidades. Puesto que ambas cuestiones se relacionan que el abuso en el porte resulta lógico inferir que aquel debe seguir manteniéndose dentro de unos límites razonables.

Por tanto, en base a todo lo anterior, mi recomendación sigue siendo la misma ahora que cuando terminé la carrera hace ya 20 años: un adecuado porte se encuentra entre las 8-10 horas de uso, siendo más aconsejable acercarse a la primera cifra que a la última.



Si dividimos el día en tres partes de 8 horas, puesto que una la pasamos dormidos (párpado cerrado significa que no existe paso de oxígeno a córnea), es lógico que dejemos un tercio para que el ojo respire correctamente (la lentilla siempre será un filtro).

¿Qué le ocurre a una lente de contacto tras 8 horas de uso?

En primer lugar, según publicó Port M. en Optometry today (1999; 30:27-35), después de 8 horas de uso, aproximadamente el 90% de la superficie de la lentilla está cubierta de depósitos.

El tema de los depósitos es muy importante y está relacionado con las intolerancias a las lentes de contacto. La mayor parte de esta capa de depósitos almacenada sobre la lente de contacto (los anglosajones lo llaman Biofilm, aunque yo prefiero utilizar la palabra española mierda por ser más descriptiva) es de origen mixto. Es decir, proteínas, lípidos, bacterias… cada cual con su efecto pernicioso sobre nuestros ojos.

¿Qué tipo de depósitos existen y cuáles son sus consecuencias?

Los depósitos de proteínas, de color blanco-grisáceo bajo lámpara de hendidura, eran muy típicos de las lentes de contacto anuales (hidrogeles convencionales y largos reemplazos). Su incidencia en las actuales lentillas de reemplazo mensual de hidrogel de silicona debería ser nula (menor capacidad de atracción iónica), pero debido a que algunos pacientes alargan la vida útil de sus lentes de contacto mensuales y no realizan correctas limpiezas su aparición puede ocurrir.
 
Depósitos de proteínas sobre una lente de contacto
Las proteínas en las lentillas tienen dos consecuencias muy perniciosas: favorecen la reacción inmune de Conjuntivitis Papilar Gigante (CPG) cuando se desnaturalizan y, al penetrar en las lentillas, impiden el correcto paso de oxígeno a través del material, provocando hipoxia corneal. Además, el confort y la visión se ven comprometidos cuando existen depósitos de proteínas. Por tanto, aumentar la vida útil de las lentillas por encima de los reemplazos aconsejados favorece, debido a la existencia de estos depósitos, la molestia en el porte y, a la larga, la intolerancia a las lentillas.

Otro depósito común es el de los lípidos, atraídos por los nuevos materiales que contienen silicona. También favorecen su aparición los ambientes cargados, alteraciones de la película lagrimal o la presencia de problemas como ojo seco o disfunción en las glándulas de Meibomio.
 
Depósitos de lípidos sobre una lente de contacto
Estos depósitos son fácilmente reconocibles por presentar un aspecto grasoso y, en ocasiones, permitir imprimir la huella digital. Los depósitos lipídicos impiden que la película lagrimal se distribuya uniformemente sobre las lentes de contacto. Y esta pobre humectación genera sequedad en los ojos y visión borrosa, especialmente hacia el final del día. Un porte no excesivo en número de horas, una enérgica limpieza al final del día (el frotar nunca se va a acabar) y el uso de lágrima artificial durante el uso son medidas adecuadas para prevenir su aparición.

Pasando a los depósitos externos (los anteriores estaban relacionados con nuestra película lagrimal), los más peligrosos son los bacterianos. El Biofilm (recordemos, la mierda) que se crea sobre la superficie de las lentillas tiene la capacidad de atraer y retener diversas bacterias externas, las cuales son un potencial peligro infeccioso.

No es casualidad que sean las lentillas de uso prolongado, esas que se usan interrumpidamente durante semanas, incluso para dormir, las que posean el principal factor de riesgo para sufrir una queratitis microbiana. La falta de una adecuada limpieza, unido a las alteraciones que crean las lentillas en nuestro sistema de protección corneal (ver post Las lentes de contacto no alteran nuestros ojos) forman un contexto idóneo que favorece el ataque de diversas bacterias.


¿Qué complicaciones puedo tener si no utilizo correctamente las lentes de contacto?

Ya hemos adelantado algunas de ellas en la pregunta anterior, pero vamos a resumirlas ahora:

-         Hipoxia ocular: significa que la córnea no respira adecuadamente y, en casos graves, puede provocar intolerancia al uso de lentes de contacto. La hipoxia ocular está favorecida por diversos aspectos: materiales con escaso aporte de oxígeno (hidrogeles tradicionales), presencia de depósitos de proteínas en la lente, escasa limpieza de la lente, excesivo número de horas de porte, años de mala utilización de las lentes de contacto…

-         Reacciones de hipersensibilidad (CPG): la presencia de proteínas desnaturalizadas sobre la lente de contacto (por la falta de limpieza adecuada), así como un exceso de horas de uso continuado durante años (por su acción mecánica) son dos factores principales en la aparición de este problema que, en casos graves, provoca el abandono total de las lentillas.

-         Riesgo de infección bacteriana: Las lentes de contacto, sea cual sea su material, tienen un riesgo a provocar una infección corneal debido a los cambios estructurales generados en la córnea (que disminuyen sus defensas naturales) así como a la presencia de depósitos que atraen bacterias nocivas para el ojo. Una deficiente limpieza y hábitos perniciosos (como bañarse con lentillas puestas) favorecen este tipo de complicaciones.

-         Presencia de ojo seco: las lentes de contacto provocan, invariablemente, sequedad ocular, pues alteran la película lagrimal. Esta sequedad será más evidente en ambientes secos, cargados y en portes muy altos en cuanto a número de horas de uso.

Todas las complicaciones están relacionadas en un círculo vicioso que aumenta con los años de uso y podemos resumir de la siguiente manera:

1.     La lente de contacto provoca un edema corneal (inflamación) que es más acusado cuanto mayor es el número de horas que llevamos las lentes de contacto puestas o cuando pasamos por procesos como alergias.
2.     Esa inflamación hace que la lente de contacto pierda su movilidad normal.
3.     La falta de movilidad genera una disminución en la permeabilidad al oxígeno, y la córnea comienza a padecer hipoxia.
4.     La falta de un buen intercambio lagrimal genera un aumento del lactato y del CO2 en la córnea, variando el Ph lagrimal. Comienzan los síntomas de sequedad ocular.
5.     La lente de contacto comienza a perder sus propiedades, a envejecer prematuramente, a ensuciarse y a provocar un edema de mayor cuantía. Y vuelta a empezar por el paso número 1.

¿Cómo podemos minimizar al máximo las complicaciones por uso de lentes de contacto?

Tres son las formas de reducir al máximo las complicaciones:

-         Reemplazar frecuente y adecuadamente las lentes de contacto. Es decir, una lente mensual tiene una vida útil de 30 días desde que se abre del estuche y se pone por primera vez en el ojo.

-         Realizar una correcta limpieza y mantenimiento de las lentes de contacto. Esto significa seguir los consejos de nuestro contactólogo relativos a la limpieza de las lentes de contacto (frotando), a su conservación (cambio diario de líquido) y a la sustitución del estuche (cada 3 meses es lo recomendable).


-         Realizar revisiones periódicas en nuestra óptica. Esta es la única forma de asegurarnos un uso adecuado y la ausencia de daños oculares permanentes pues, en muchos casos, estos problemas son indoloros y pasan desapercibidos por el paciente hasta que es demasiado tarde.

¿Qué recomendaciones generales debemos tener en cuenta los usuarios de lentes de contacto?

-         Utilizar los últimos materiales en lentes de contacto. No podemos ahorrar en temas de salud. Los nuevos materiales de hidrogel de silicona permiten, respecto a antiguos materiales, un mayor aporte de oxígeno a nuestras córneas, lo que redunda en una mayor comodidad y salud ocular. La diferencia económica no es tan importante como para no poder ser asumida por la persona que desee utilizar lentillas y los beneficios son evidentes.

-         Realizar reposiciones adecuadas de nuestras lentes de contacto. El reemplazo aconsejado para las lentes de contacto no se basa en el capricho de la industria, sino en una serie de estudios que aconsejan determinado reemplazo de las lentillas. Estirar unos días o semanas ese reemplazo no nos está favoreciendo en nada, pues además de aumentar las probabilidades de infección ocular estamos favoreciendo la aparición de una intolerancia futura al uso de las lentillas. Podemos ahorrar dinero en muchas cosas, pero ahorrar en salud es una mala idea.

-         Lavarse las manos SIEMPRE antes de manipular las lentes de contacto. Es muy importante mantener una higiene adecuada a la hora de ponerse y quitarse las lentillas, pues minimizaremos contagios de bacterias. Recordemos que las lentes de contacto son como una esponja que todo lo absorbe (bacterias incluidas) y que es algo que llevamos mucho tiempo en nuestros ojos (las bacterias tienen tiempo de sobra para pasar al ojo). Además, a la hora de secarnos, es preferible un papel a una toalla, pues evitamos que queden hilos del material.


-         Realizar una limpieza enérgica de las lentes de contacto. La limpieza es fundamental. Para lentes mensuales es posible que, dependiendo de la lágrima del usuario, una solución única sirva para mantener limpias las lentillas. En otros casos se necesitarán líquidos más fuertes, como peróxidos o incluso pastillas para remover enzimas. Frotar las lentes también es otro aspecto importante para mantenerlas en buen estado.

-         No utilizar agua del grifo jamás con lentes de contacto.  Muchas personas piensan que el agua que beben habitualmente es inocua para sus ojos (lo que va bien para el estómago no puede ir mal para los ojos¡¿?!) y se encuentra esterilizada (mejor no investigar en los informes del Canal de Isabel II si no se quiere uno alarmar). Eso es falso. El agua se trata para el consumo humano teniendo en cuenta nuestro aparato digestivo, no el ocular. Por ello el agua contiene numerosas bacterias capaces de provocar desde conjuntivitis hasta la temida infección por Acanthamoeba, llamada la bacteria caníbal por comerse, literalmente, la córnea. La Acanthamoeba se encuentra en toda agua insuficientemente clorada, como la existente en algunas piscinas, lagos o estanques.


-         No bañarse con lentes de contacto. Muchos estaréis poniendo el grito en el cielo. ¿Cómo voy a ver la toalla en la piscina si no llevo mis lentillas? Hay que indicar que la Acanthamoeba es capaz de vivir en el espacio existente entre la lente de contacto y el ojo, colonizando a continuación la córnea y comenzando la eliminación de la misma. Y las infecciones por Acanthamoeba están asociadas invariablemente al uso de lentes de contacto en la mayoría de los casos. Es decir, cualquiera puede infectarse si le entra en el ojo directamente (buceando con los ojos abiertos, por ejemplo), pero las probabilidades de infección aumentan en portadores de lentillas. ¿Por qué? Pues porque permitimos que la Acanthamoeba anide cómodamente en nuestros ojos mientras llevamos las lentes de contacto puestas. ¿Qué hacer entonces? No seré yo quien pretenda poner puertas al campo o teorizar sobre contextos irreales. Los pacientes se seguirán poniendo las lentillas en situaciones de playa y piscina y nuestra obligación es minimizar daños todo lo posible. ¿Cómo hacerlo? Aconsejando el uso de gafas de natación para evitar el contacto del agua con los ojos y recomendando encarecidamente el uso de lentes desechables de uso diario para minimizar la probabilidad de contagio. Aunque muchos piensan que una adecuada limpieza es capaz de eliminar las probabilidades de contagio yo no  soy de esa opinión. Según Kolar SS, et al en Cont Lens Anterior Eye (2015; 38:442-50), el peróxido de hidrógeno tiene una eficacia para eliminar la Acanthamoeba del 87,4%. Bastante alto, pero inferior al de eliminar el posible foco de infección tirando la lentilla a la basura. Para los que les gusten los números indicar que una de cada 50.000 personas que usan lentes de contacto en Reino Unido cada año se infectan por la Acanthamoeba (dato publicado por la BBC en mayo 2015). Es decir, aunque es una probabilidad baja (0.00002), es mucho mayor a morir en la carretera o en un accidente aéreo.

-         Realizar una correcta limpieza del estuche. Muchas personas realizan una buena limpieza de sus lentes de contacto pero olvidan limpiar o reemplazar su estuche. Es algo similar como ponernos ropa limpia y no ducharnos nunca. ¿Cuándo cambiar el estuche? Pues cuando cambiemos el líquido, que para eso siempre viene uno dentro. Acumular estuches en un cajón no sirve de nada. Y, por supuesto, nunca lavarlos con agua para limpiarlos (recordar la Acanthamoeba).

-         Efectuar revisiones periódicas en la óptica. Esta es la única forma de prevenir daños oculares, inocuos al principio, pero que sin tratar pueden generar intolerancia al uso de lentes de contacto. El principal problema de la intolerancia a las lentillas viene porque sus iniciales síntomas son indoloros y no visibles a simple vista por el usuario. La hipoxia ocular (falta de oxígeno en córnea), tiene una primera manifestación en la vascularización de la córnea a través del limbo. Eso sólo podemos verlo a través de la lámpara de hendidura en el gabinete. Y, en muchas ocasiones, cuando lo detectamos y aconsejamos al paciente cambiar de material, de limpieza o de uso habitual no nos hacen caso al no tener ningún síntoma aparente. Lo anterior se resuelve con una simple cámara asociada a la lámpara de hendidura; se graba el problema y se le muestra y explica adecuadamente al paciente. Así de sencillo.

Espero que con estas indicaciones todo el mundo pueda ser consciente de la necesidad de utilizar las lentes de contacto correctamente si no queremos, en el futuro, sufrir problemas de intolerancia que nos impidan volver a utilizarlas.

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