En diversos post anteriores me he dedicado a desgranar
aspectos concretos de diversos bombardeos, sobre población civil, ocurridos en
el transcurso de la Guerra Civil Española. De manera más o menos amplia escribí
sobre Guernica, Jaén o Cabra. Y en ellos, indirectamente, comentaba aspectos
concretos de bombardeos aéreos sobre Córdoba o Baena.
A pesar de que estos bombardeos aéreos tenían como
principales causantes a los dos bandos enfrentados en la contienda, me sigue
sorprendiendo observar cómo, para el público profano, la existencia de
bombardeos republicanos apenas es conocida. Con el objeto de mitigar esta
visión tan reducida del conflicto voy a detenerme en uno de las ciudades más
castigadas por el bando republicano: Oviedo.
Antes de comenzar me gustaría realizar un pequeño
inciso sobre la utilización de los
bombardeos aéreos sobre las ciudades (llenas de civiles) en el contexto de
la Guerra Civil Española.
Según escribió Solé i Sabaté, Villarroya, “por
primera vez en la historia la
aviación fue utilizada intensamente en misiones de bombardeo sobre la retaguardia”.
Estos bombardeos, dado el carácter obsoleto de la
aviación española, fueron realizados, de manera efectiva, cuando los dos bandos
recibieron aviones de sus apoyos extranjeros (Savoia-Marchetti 81 y 79
italianos y los Junkers Ju 52 y Heinkel He 111 alemanes para el bando sublevado
y Katiuskas soviéticos para la República). Pero esto no quiere decir que no se comenzara
a bombardear a la población hasta que estos aparatos sobrevolaron los cielos
españoles.
Para sorpresa de algunos hay que indicar que los primeros bombardeos fueron realizados
por el bando republicano. Algo lógico al comprobar que el grueso de la
aviación española permaneció fiel a la República.
La misma tarde del 17 de julio de 1938 se
reconvirtieron aviones comerciales y se bombardearon posiciones rebeldes en el
norte de África (Melilla, Ceuta, Larache y Tetuán). Las primeras víctimas
civiles colaterales las tenemos en Tetuán, cuando una bomba caída sobre la
mezquita causó numerosas víctimas.
En estos primeros momentos y, a pesar de las
limitaciones técnicas, la aviación colaboró al abortar el éxito de la insurrección
en Madrid, Barcelona o Albacete bombardeando cuarteles sublevados.
Los bombardeos militares que hemos descrito, con su
terrible corolario de víctimas colaterales inocentes, dejó paso a otra serie de
bombardeos en los que la utilidad militar y el ánimo de crear terror se daban
la mano.
Este nuevo recurso fue utilizado, preferentemente, por el bando sublevado, como demuestra
el hecho de que las ciudades más duramente bombardeadas en el conflicto se
encontraban en territorio republicano: Madrid, Durango, Jaén, Guernica,
Cartagena, Alicante, Valencia, Alcañiz, Reus, Tarragona, Lérida, Barcelona,
Granollers o Figueras. Aun así, el bando
republicano también fue protagonista de numerosos bombardeos de este tipo,
siendo Córdoba, Granada y Oviedo las ciudades más castigadas en este sentido.
Detengámonos ahora en describir el bombardeo republicano sobre la ciudad de
Oviedo.
El alzamiento de los sublevados el 17 y 18 de julio de
1938 tuvo apoyos suficientes en la ciudad de Oviedo, en la cual, el coronel, Antonio Aranda, logró sublevarse con éxito
el día 19. Gracias a los apoyos de los militares, Guardia civil y miembros
de la Falange derrotaron a los obreros que quedaban en la ciudad y obligó a
rendirse a las fuerzas del gobierno civil. Huelga decir que todos los miembros
de la Guardia de Asalto fieles a la República fueron ejecutados. No en vano en
Asturias, salvo Gijón, la sublevación había fracasado. Al tomar toda la ciudad
de Oviedo Aranda se dio cuenta que estaba completamente aislado en medio de
territorio enemigo.
Las
milicias republicanas sitiaron Oviedo desde el mismo día 20 de julio,
pero la resistencia de Gijón hasta el 16 de agosto les impidió realizar un
sitio efectivo. Ese valioso tiempo fue aprovechado para reorganizar al defensa
de la ciudad adecuadamente por Aranda. Al ocupar todas las alturas sobre la
ciudad y aprobar la purga de posibles miembros izquierdistas dentro de la
ciudad (llevado a cabo por la Falange todas las noches) creó una barrera
inquebrantable para un enemigo falto de medios y de preparación militar adecuada.
El objetivo era aguantar, con poco más de 3.000 efectivos, a que una columna
nacional, proveniente de Galicia, levantara el sitio. La misión no era sencilla
después de todo, pues enfrente tenían unos 10.000 milicianos dispuestos a tomar
la ciudad por todos los medios posibles, apoyados por artillería y dominando el
cielo.
Tal como indicó
Solé i Sabaté y Villarroya, “Oviedo
fue prácticamente reducida a escombros por los bombardeos de la aviación
republicana y de la artillería que cercaba la ciudad, desde el 26 de julio en
que se produjo el primer bombardeo hasta el 17 de octubre en que varias
columnas sublevadas procedentes de Galicia levantaron el cerco”.
La saña con la que se empleó el ejército republicano
en la ciudad de Oviedo se entiende si tenemos en cuenta que Oviedo era una especie de símbolo para
todos aquellos que participaron en la Revolución de 1934. Además,
militarmente era un punto peligroso dominado por el enemigo en pleno corazón de
Asturias.
Hasta
el 8 de agosto de 1936 no se vivieron
los verdaderos combates. La aviación comenzó a bombardear en
serio Oviedo, al igual que la artillería, y los francotiradores (denominados Pacos) empezaron con su mortífero
trabajo. Además, puesto que los sitiadores cortaron el suministro de agua, la
falta de higiene provocaría una infección de tifus que se llevó por delante a
los más débiles (heridos, niños y ancianos).
La presión aumentó en septiembre llegando a realizar un bombardeo, el 4 de septiembre, con una
duración de 10 horas y el lanzamiento de 300 bombas. El 8, con apoyo
artillero y aéreo se intentó tomar una posición defensiva, pero, tras doce
horas de ataque, los asaltantes fueron rechazados.
Aunque Oviedo era una ciudad situada en el frente de
batalla hay que indicar que los
bombardeos y el uso de la artillería no siempre se utilizaron con fines
militares. En la mente de los asaltantes estaba el objetivo de crear pánico
entre la población y desmoralización. Además, la epidemia de tifus acabó
con la vida de numerosos ovetenses (en una cifra mayor que la de los
bombardeados, todo sea dicho de paso). El resultado, en cambio, fue que muchos
civiles simpatizantes del Frente Popular y personas neutrales acabaron
uniéndose a los defensores.
El
4 de octubre, ante la inminente llegada de los
refuerzos gallegos, se produjo el asalto
final republicano. Los frentepopulistas querían hacer coincidir la toma de
Oviedo con el segundo aniversario de la Revolución de Asturias de 1934. Pero ni
el uso masivo de la artillería (1500 proyectiles) ni de la aviación (12
bombardeos) logró romper el cerco defensivo. Pero los sitiados estaban faltos
de municiones y de hombres. Para entonces Aranda apenas contaba con 500 hombres
sanos (había comenzado el sitio con cerca de 2.800 efectivos, entre soldados y
guardias civiles y de asalto, y el apoyo de 856 paisanos voluntarios).
Poco a poco, en los días siguientes, los defensores
tuvieron que replegarse hacia el centro urbano ante el final empuje
republicano. El día 7 comenzó este repliegue y el día 9 ya se combatía en las
calles puerta a puerta. Para el día 12 toda la ciudad era campo de batalla y
los defensores se atrincheraron en la Estación del Norte y en el convento de
las Adoratrices. Afortunadamente para ellos, las columnas gallegas ya se veían
en el horizonte.
Lo anterior hizo que el día 15 de octubre se produjera el último asalto. Participaron
vehículos blindados y multitud de efectivos, los cuales lograron adentrarse
profundamente en la ciudad. Las líneas estaban rotas y Aranda llegó a comunicar
a Mola que la “resistencia era imposible”.
No obstante, su intención no era la de rendirse al enemigo. Por radio animó a
los escasos defensores que le quedaban a “luchar
como españoles hasta el final”, mientras que a los refuerzos gallegos les
informó que, a pesar de la falta de municiones, lucharían hasta el final.
Finalmente los defensores lograron mantener sus
últimas y precarias posiciones hasta que la
columna de socorro nacional logró contactar con ellos el día 17 de octubre.
El sitio, tras tres duros meses de resistencia, se había levantado y las
milicias republicanas, también escasas de municiones, emprendieron la retirada.
Los resultados
de estos 91 días de asedio fueron terribles. Los defensores perdieron el
81% de sus efectivos (se estima que 2.300 en los combates y 400 por enfermedad);
2.000 civiles murieron a causa de los bombardeos y de la enfermedad de tifus
provocada por la falta de higiene adecuada (al no tener suministro de agua); la
ciudad, tras el castigo de 120.000 impactos artilleros y 10.000 bombas de la
aviación, fue reducida a escombros en numerosos sectores. Habría que indicar,
no obstante, que muchos edificios aún no se habían reconstruido de la destrucción
ocasionada en 1934.
Los republicanos siguieron hostigando Oviedo,
infructuosamente, hasta que en octubre de 1937 el frente norte cayó en manos de
los nacionales.
Del relato sobre el cerco de Oviedo podemos desprender
algunas conclusiones. La situación de ciudad en el frente de guerra diferencia
a Oviedo de otros bombardeos ocurridos en localidades en donde la utilidad
militar estaba más en duda.
No obstante, y como ha quedado claro en este y en
otros post anteriores sobre bombardeos, existió, por ambos bandos, una
intención de provocar terror y desmoralización entre la población civil. Con la
excusa de diversos objetivos militares, la aviación castigó impunemente,
cometiendo verdaderos crímenes de guerra, a los civiles de diferentes ciudades.
De ahí que se deba recordar, por ser víctimas igual de inocentes, a las
producidas en Guernica o en Oviedo, por poner dos ejemplos contrapuestos.
Ojalá
algún día se juzgaran como crímenes de guerra episodios tan señeros de la Guerra Civil Española como el bombardeo
de Oviedo, el bombardeo de Jaén, los fusilamientos en Paracuellos y Torrejón de
Ardoz, la masacre de la carretera Málaga-Almería, las numerosas sacas de presos
como represalias a los bombardeos franquistas, la matanza de Badajoz por las
tropas del General Yagüe, el asesinato del 88% del clero de Barbastro o la
represión del general Mola en Navarra.
Bibliografía:
Solé i Sabaté, Josep Maria; Villarroya, Joan: España en llamas. La guerra civil desde el
aire. Temas de Hoy. 2003
Sagarra, P., González, O., Molina, L.: Grandes batallas de la Guerra Civil
Española. 1936-1939. Los combates que marcaron el desarrollo del conflicto. La
esfera de los libros. 2016.
El bombardeo de Oviedo. En la red: http://mundosgm.com/guerra-civil-espanola/el-bombardeo-de-oviedo-un-crimen-de-guerra/
Sin quitar ni una coma a lo escrito y apoyando la idea de que las muertes de uno u otro bando son igual de importantes, nunca hay que olvidar que unos militares apoyados por un sector de la sociedad se alzó en armas contra la democracia legítima existente,no podemos caer en el error de equiparar a ambos bandos. Unos defendían la democracia legítima y otros intentaban destruirla; desgraciadamente estos últimos lograron su objetivo.
ResponderEliminarHola, gracias por comentar.
EliminarAunque en el inicio de la sublevación eso podía ser cierto, hay que recordar que muy pronto la República sufrió otro golpe de Estado interno, en donde un partido minoritario como el comunista se erigió en el principal rival de los militares sublevados.
Como ya han escrito muchos historiadores e intelectuales de la época, en la Guerra Civil Española se enfrentaron dos bloques antagónicos igual de fanáticos y escasamente democráticos; y su final, en ningún caso, contemplaba la vuelta a la democracia que existía antes de la sublevación.
Saludos
Gracias por publicar mi comentario anterior sin ningún tipo de censura.
EliminarPero no es correcto decir que "podía ser cierto al comienzo de la contienda... " ya que es completamente cierto. Si lo anterior es puesto en duda el razonamiento posterior apoyado en las opiniones de historiadores e intelectuales no citados, los cuáles pueden sufrir sesgos importantes en sus valoraciones, carece por completo de valor.
Hola de nuevo. Suelo publicar siempre todos los comentarios que animan un debate interesante.
EliminarYo soy de la opinión de que en julio de 1936 teníamos en España una democracia, precaria y muy tensionada, pero democracia al fin y al cabo. Como sabrás, esa no es la opinión de todos los historiadores, de ahí el condicional de mi frase.
Ahora bien, que esa democracia fue eliminada en el bando republicano durante la guerra es algo innegable y que explica la falta de apoyos exteriores, salvo Rusia.
Es más, en las diferencias existentes en el Psoe de la época intuimos esa deriva incluso antes de iniciarse la contienda armada.
Lo que mató la democracia fueron dos bandos que deseaban matarse entre sí. Todos ellos la mataron y ella sola se murió.
Saludos