Páginas

domingo, 7 de julio de 2019

Los bombardeos aéreos republicanos no buscaron atentar contra civiles

En diversos post anteriores me he dedicado a desgranar aspectos concretos de diversos bombardeos, sobre población civil, ocurridos en el transcurso de la Guerra Civil Española. De manera más o menos amplia escribí sobre Guernica, Jaén o Cabra. Y en ellos, indirectamente, comentaba aspectos concretos de bombardeos aéreos sobre Córdoba o Baena.

A pesar de que estos bombardeos aéreos tenían como principales causantes a los dos bandos enfrentados en la contienda, me sigue sorprendiendo observar cómo, para el público profano, la existencia de bombardeos republicanos apenas es conocida. Con el objeto de mitigar esta visión tan reducida del conflicto voy a detenerme en uno de las ciudades más castigadas por el bando republicano: Oviedo.


Antes de comenzar me gustaría realizar un pequeño inciso sobre la utilización de los bombardeos aéreos sobre las ciudades (llenas de civiles) en el contexto de la Guerra Civil Española.

Según escribió Solé i Sabaté, Villarroya, “por primera vez en la historia la aviación fue utilizada intensamente en misiones de bombardeo sobre la retaguardia”.

Estos bombardeos, dado el carácter obsoleto de la aviación española, fueron realizados, de manera efectiva, cuando los dos bandos recibieron aviones de sus apoyos extranjeros (Savoia-Marchetti 81 y 79 italianos y los Junkers Ju 52 y Heinkel He 111 alemanes para el bando sublevado y Katiuskas soviéticos para la República). Pero esto no quiere decir que no se comenzara a bombardear a la población hasta que estos aparatos sobrevolaron los cielos españoles.

Para sorpresa de algunos hay que indicar que los primeros bombardeos fueron realizados por el bando republicano. Algo lógico al comprobar que el grueso de la aviación española permaneció fiel a la República.

La misma tarde del 17 de julio de 1938 se reconvirtieron aviones comerciales y se bombardearon posiciones rebeldes en el norte de África (Melilla, Ceuta, Larache y Tetuán). Las primeras víctimas civiles colaterales las tenemos en Tetuán, cuando una bomba caída sobre la mezquita causó numerosas víctimas.

En estos primeros momentos y, a pesar de las limitaciones técnicas, la aviación colaboró al abortar el éxito de la insurrección en Madrid, Barcelona o Albacete bombardeando cuarteles sublevados.

Los bombardeos militares que hemos descrito, con su terrible corolario de víctimas colaterales inocentes, dejó paso a otra serie de bombardeos en los que la utilidad militar y el ánimo de crear terror se daban la mano.

Este nuevo recurso fue utilizado, preferentemente, por el bando sublevado, como demuestra el hecho de que las ciudades más duramente bombardeadas en el conflicto se encontraban en territorio republicano: Madrid, Durango, Jaén, Guernica, Cartagena, Alicante, Valencia, Alcañiz, Reus, Tarragona, Lérida, Barcelona, Granollers o Figueras. Aun así, el bando republicano también fue protagonista de numerosos bombardeos de este tipo, siendo Córdoba, Granada y Oviedo las ciudades más castigadas en este sentido.

Detengámonos ahora en describir el bombardeo republicano sobre la ciudad de Oviedo.

El alzamiento de los sublevados el 17 y 18 de julio de 1938 tuvo apoyos suficientes en la ciudad de Oviedo, en la cual, el coronel, Antonio Aranda, logró sublevarse con éxito el día 19. Gracias a los apoyos de los militares, Guardia civil y miembros de la Falange derrotaron a los obreros que quedaban en la ciudad y obligó a rendirse a las fuerzas del gobierno civil. Huelga decir que todos los miembros de la Guardia de Asalto fieles a la República fueron ejecutados. No en vano en Asturias, salvo Gijón, la sublevación había fracasado. Al tomar toda la ciudad de Oviedo Aranda se dio cuenta que estaba completamente aislado en medio de territorio enemigo.

Las milicias republicanas sitiaron Oviedo desde el mismo día 20 de julio, pero la resistencia de Gijón hasta el 16 de agosto les impidió realizar un sitio efectivo. Ese valioso tiempo fue aprovechado para reorganizar al defensa de la ciudad adecuadamente por Aranda. Al ocupar todas las alturas sobre la ciudad y aprobar la purga de posibles miembros izquierdistas dentro de la ciudad (llevado a cabo por la Falange todas las noches) creó una barrera inquebrantable para un enemigo falto de medios y de preparación militar adecuada. El objetivo era aguantar, con poco más de 3.000 efectivos, a que una columna nacional, proveniente de Galicia, levantara el sitio. La misión no era sencilla después de todo, pues enfrente tenían unos 10.000 milicianos dispuestos a tomar la ciudad por todos los medios posibles, apoyados por artillería y dominando el cielo.

Tal como indicó  Solé i Sabaté y Villarroya, “Oviedo fue prácticamente reducida a escombros por los bombardeos de la aviación republicana y de la artillería que cercaba la ciudad, desde el 26 de julio en que se produjo el primer bombardeo hasta el 17 de octubre en que varias columnas sublevadas procedentes de Galicia levantaron el cerco”.

La saña con la que se empleó el ejército republicano en la ciudad de Oviedo se entiende si tenemos en cuenta que Oviedo era una especie de símbolo para todos aquellos que participaron en la Revolución de 1934. Además, militarmente era un punto peligroso dominado por el enemigo en pleno corazón de Asturias.

Hasta el 8 de agosto  de 1936 no se vivieron los verdaderos combates. La aviación comenzó a bombardear en serio Oviedo, al igual que la artillería, y los francotiradores (denominados Pacos) empezaron con su mortífero trabajo. Además, puesto que los sitiadores cortaron el suministro de agua, la falta de higiene provocaría una infección de tifus que se llevó por delante a los más débiles (heridos, niños y ancianos).

La presión aumentó en septiembre llegando a realizar un bombardeo, el 4 de septiembre, con una duración de 10 horas y el lanzamiento de 300 bombas. El 8, con apoyo artillero y aéreo se intentó tomar una posición defensiva, pero, tras doce horas de ataque, los asaltantes fueron rechazados.



Aunque Oviedo era una ciudad situada en el frente de batalla hay que indicar que los bombardeos y el uso de la artillería no siempre se utilizaron con fines militares. En la mente de los asaltantes estaba el objetivo de crear pánico entre la población y desmoralización. Además, la epidemia de tifus acabó con la vida de numerosos ovetenses (en una cifra mayor que la de los bombardeados, todo sea dicho de paso). El resultado, en cambio, fue que muchos civiles simpatizantes del Frente Popular y personas neutrales acabaron uniéndose a los defensores.

El 4 de octubre, ante la inminente llegada de los refuerzos gallegos, se produjo el asalto final republicano. Los frentepopulistas querían hacer coincidir la toma de Oviedo con el segundo aniversario de la Revolución de Asturias de 1934. Pero ni el uso masivo de la artillería (1500 proyectiles) ni de la aviación (12 bombardeos) logró romper el cerco defensivo. Pero los sitiados estaban faltos de municiones y de hombres. Para entonces Aranda apenas contaba con 500 hombres sanos (había comenzado el sitio con cerca de 2.800 efectivos, entre soldados y guardias civiles y de asalto, y el apoyo de 856 paisanos voluntarios).

Poco a poco, en los días siguientes, los defensores tuvieron que replegarse hacia el centro urbano ante el final empuje republicano. El día 7 comenzó este repliegue y el día 9 ya se combatía en las calles puerta a puerta. Para el día 12 toda la ciudad era campo de batalla y los defensores se atrincheraron en la Estación del Norte y en el convento de las Adoratrices. Afortunadamente para ellos, las columnas gallegas ya se veían en el horizonte.

Lo anterior hizo que el día 15 de octubre se produjera el último asalto. Participaron vehículos blindados y multitud de efectivos, los cuales lograron adentrarse profundamente en la ciudad. Las líneas estaban rotas y Aranda llegó a comunicar a Mola que la “resistencia era imposible”. No obstante, su intención no era la de rendirse al enemigo. Por radio animó a los escasos defensores que le quedaban a “luchar como españoles hasta el final”, mientras que a los refuerzos gallegos les informó que, a pesar de la falta de municiones, lucharían hasta el final.

Finalmente los defensores lograron mantener sus últimas y precarias posiciones hasta que la columna de socorro nacional logró contactar con ellos el día 17 de octubre. El sitio, tras tres duros meses de resistencia, se había levantado y las milicias republicanas, también escasas de municiones, emprendieron la retirada.

Los resultados de estos 91 días de asedio fueron terribles. Los defensores perdieron el 81% de sus efectivos (se estima que 2.300 en los combates y 400 por enfermedad); 2.000 civiles murieron a causa de los bombardeos y de la enfermedad de tifus provocada por la falta de higiene adecuada (al no tener suministro de agua); la ciudad, tras el castigo de 120.000 impactos artilleros y 10.000 bombas de la aviación, fue reducida a escombros en numerosos sectores. Habría que indicar, no obstante, que muchos edificios aún no se habían reconstruido de la destrucción ocasionada en 1934.

Los republicanos siguieron hostigando Oviedo, infructuosamente, hasta que en octubre de 1937 el frente norte cayó en manos de los nacionales.

Del relato sobre el cerco de Oviedo podemos desprender algunas conclusiones. La situación de ciudad en el frente de guerra diferencia a Oviedo de otros bombardeos ocurridos en localidades en donde la utilidad militar estaba más en duda.

No obstante, y como ha quedado claro en este y en otros post anteriores sobre bombardeos, existió, por ambos bandos, una intención de provocar terror y desmoralización entre la población civil. Con la excusa de diversos objetivos militares, la aviación castigó impunemente, cometiendo verdaderos crímenes de guerra, a los civiles de diferentes ciudades. De ahí que se deba recordar, por ser víctimas igual de inocentes, a las producidas en Guernica o en Oviedo, por poner dos ejemplos contrapuestos.

Ojalá algún día se juzgaran como crímenes de guerra episodios tan señeros de la Guerra Civil Española como el bombardeo de Oviedo, el bombardeo de Jaén, los fusilamientos en Paracuellos y Torrejón de Ardoz, la masacre de la carretera Málaga-Almería, las numerosas sacas de presos como represalias a los bombardeos franquistas, la matanza de Badajoz por las tropas del General Yagüe, el asesinato del 88% del clero de Barbastro o la represión del general Mola en Navarra.


Bibliografía:
Solé i Sabaté, Josep Maria; Villarroya, Joan: España en llamas. La guerra civil desde el aire. Temas de Hoy. 2003
Sagarra, P., González, O., Molina, L.: Grandes batallas de la Guerra Civil Española. 1936-1939. Los combates que marcaron el desarrollo del conflicto. La esfera de los libros. 2016.



4 comentarios:

  1. Sin quitar ni una coma a lo escrito y apoyando la idea de que las muertes de uno u otro bando son igual de importantes, nunca hay que olvidar que unos militares apoyados por un sector de la sociedad se alzó en armas contra la democracia legítima existente,no podemos caer en el error de equiparar a ambos bandos. Unos defendían la democracia legítima y otros intentaban destruirla; desgraciadamente estos últimos lograron su objetivo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, gracias por comentar.
      Aunque en el inicio de la sublevación eso podía ser cierto, hay que recordar que muy pronto la República sufrió otro golpe de Estado interno, en donde un partido minoritario como el comunista se erigió en el principal rival de los militares sublevados.
      Como ya han escrito muchos historiadores e intelectuales de la época, en la Guerra Civil Española se enfrentaron dos bloques antagónicos igual de fanáticos y escasamente democráticos; y su final, en ningún caso, contemplaba la vuelta a la democracia que existía antes de la sublevación.
      Saludos

      Eliminar
    2. Gracias por publicar mi comentario anterior sin ningún tipo de censura.
      Pero no es correcto decir que "podía ser cierto al comienzo de la contienda... " ya que es completamente cierto. Si lo anterior es puesto en duda el razonamiento posterior apoyado en las opiniones de historiadores e intelectuales no citados, los cuáles pueden sufrir sesgos importantes en sus valoraciones, carece por completo de valor.

      Eliminar
    3. Hola de nuevo. Suelo publicar siempre todos los comentarios que animan un debate interesante.
      Yo soy de la opinión de que en julio de 1936 teníamos en España una democracia, precaria y muy tensionada, pero democracia al fin y al cabo. Como sabrás, esa no es la opinión de todos los historiadores, de ahí el condicional de mi frase.
      Ahora bien, que esa democracia fue eliminada en el bando republicano durante la guerra es algo innegable y que explica la falta de apoyos exteriores, salvo Rusia.
      Es más, en las diferencias existentes en el Psoe de la época intuimos esa deriva incluso antes de iniciarse la contienda armada.
      Lo que mató la democracia fueron dos bandos que deseaban matarse entre sí. Todos ellos la mataron y ella sola se murió.
      Saludos

      Eliminar