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lunes, 31 de marzo de 2014

Los Reyes Católicos expulsaron a los judíos debido a motivos económicos


Uno de los episodios más vergonzosos de nuestra Historia como país se produjo el año 1492, cuando numerosos de nuestros compatriotas tuvieron que marcharse al exilio simplemente porque tenían otros pensamientos religiosos distintos a los del Estado dominante en aquella época. Su historia no debe olvidarse, pues es la muestra de la intransigencia humana respecto al prójimo. Una intransigencia que aún sigue muy viva, aunque ahora los motivos religiosos sean secundarios respecto a otros.

Aprovechando tal efeméride os dejo la recensión de uno de los libros más interesantes que tratan sobre el tema y en el que me basé para realizar uno de los capítulos del libro  Mis Mentiras Favoritas.




Uno de los libros más importantes para estudiar este episodio histórico es
PÉREZ, Joseph: Historia de una tragedia:la expulsión de los judíos de España. Barcelona, Crítica, varias ediciones.

Fue una de mis bases para realizar el capítulo que lleva el mismo título en el libro Mis Mentiras Favoritas. Y como ampliación del tema os dejo un extenso comentario de este magnífico libro.

El autor pretende dar luz sobre uno de los acontecimientos más importantes y discutidos del reinado de los Reyes Católicos (RRCC): la expulsión de los judíos, ocurrida en 1492 y en parte oscurecida por el descubrimiento de Colón y la conquista de Granada.

Una corriente muy difundida al respecto lo interpreta como una “medida bárbara de fobia antisemita” y resulta especialmente crítica con España. Pérez, sin embargo, argumenta que la posición española al respecto no es diferente a la de otros monarcas europeos y la defiende incidiendo en las causas del antisemitismo, comunes en todas partes y achacables tanto a la iglesia como al estado.

Entender porqué España siguió el camino antisemita de otras naciones es el objetivo del libro. Para ello el autor realiza un recorrido por la vida de los judíos desde sus inicios en la Península Ibérica hasta su expulsión, recordando los cambios sufridos durante la dominación que sufrieron los judíos por parte de diferentes culturas.

Pérez se une a las fuentes que indican la llegada de los primeros judíos hacia el año 70 d.c., desechando teorías tradicionales antiguas que retrocedían la fecha hasta el año 587 a.c.

Durante la dominación romana, los judíos no constituían una etnia aparte con el resto de peninsulares, ni formaban una clase social distinta.
La situación bajo dominio visigodo cambió radicalmente desde el momento en el cual Recaredo abrazó el cristianismo (589) y se propuso lograr la unidad religiosa. Desde entonces los sucesivos monarcas endurecieron las medidas discriminatorias llegando a ordenar Égica la esclavitud; esta nueva postura fue apoyada por la Iglesia, preocupada por el proselitismo judío.

En estas circunstancias es lógico que los judíos se alegraran de la llegada e invasión musulmana. Pero de ahí a considerar a los judíos causantes de la “pérdida de España” (tópico medieval muy difundido) existe un abismo. Los musulmanes toleraron a judíos y cristianos por ser hijos de Abraham y en esta época varios judíos se enriquecieron con el comercio y el préstamo, e incluso una minoría alcanzó cierto poder político. Todo ello hizo que se hablara del siglo de oro del judaísmo hispano. Pérez advierte que no hubo cultura judía como tal, sino que sus grandes sabios están dentro de la cultura árabe.

La situación cambiará con los intransigentes Almohades (1156-1269), cuyo celo religioso obligó a muchos judíos a exiliarse a los reinos cristianos. Éstos acogieron a los judíos con los brazos abiertos, debido a varios motivos: necesitaban su valía comercial, el apoyo financiero de sus fortunas y sus conocimientos del árabe les hacían perfectos intermediarios con los enemigos. Aunque la Iglesia no apoyaba los cargos y gracias reales sobre los judíos, éstos eran necesarios, pues nadie podía realizar las funciones que ellos desempeñaban.

Los judíos de aquella época (S. XIII) eran esencialmente agricultores y ganaderos, alejándose de la imagen urbana típica que todos guardamos en el subconsciente. Los urbanos y dedicados al préstamo eran una minoría. Si es cierto, no obstante, que formaban una comunidad separada desde el punto de vista jurídico, una micro sociedad paralela que no podía tener futuro en unos estados donde se avanzaba hacia la uniformidad política, religiosa y cultural. A cambio de onerosos impuestos, la aljama judía, entidad político – religiosa, funcionaba como el concejo municipal cristiano, regulando la vida social, jurídica y económica de sus miembros.

De nuevo, en la época que abarcan los años 1148 – 1348, se suele hablar de una época dorada del judaísmo hispano dentro de los reinos cristianos debido a la importancia social y cultural alcanzada. De nuevo el autor nos recuerda el falso mito de las tres culturas: fueran quienes fueran los gobernantes, nunca hubo tres religiones o culturas equiparadas en dignidad. Los judíos se adaptaron a una cohabitación forzada y participaron de la cultura dominante.

El concilio de Letrán (1215) era tajante respecto a los judíos y si en España no se aplicó fue debido a las circunstancias especiales de la Reconquista, las cuales hacían imprescindible la participación judía. No obstante, la mentalidad religiosa estaba ahí y se comenzó a atacar el judaísmo de diversas formas: estudios intelectuales contra fuentes hebraicas, campañas de las órdenes mendicantes…. Este ambiente anti judío explica la existencia de rumores y acusaciones de maldad sobre el pueblo judío. En España, entonces, no llegaron a más debido a la coyuntura política de los reinos cristianos.

Las crisis que afectaron a Europa occidental en el S. XIV: malas cosechas, plagas de la peste, carestía, fiscalidad en aumento… agudizaron las tensiones e inauguró una edad conflictiva en todos los terrenos: pérdida demográfica brutal, caída de la estructura económica, desaparición de antiguas jerarquías… Las minorías, a pesar de sufrir igual que los demás los efectos de la crisis, eran el blanco perfecto de los ataques de la masa popular miserable. Si los mudéjares, principalmente agricultores, apenas vieron variar su situación, los judíos en posiciones elevadas o especializados en asuntos financieros (arrendatarios, prestamistas) se llevaron la peor parte. Las masas populares veían en ellos a los beneficiarios de sus dificultades y comenzaron a acumular sobre ellos un odio sembrado desde hace tiempo desde los púlpitos de las iglesias.

Fueron los cambios en la realidad social y no las transformaciones doctrinales las que afectaron trágicamente la condición de los judíos en toda Europa, a los que se les consideró responsables de todas las desgracias.

En la Península Ibérica hay que distinguir tres zonas: En Navarra, a pesar de algunos sangrientos sucesos provocados por elementos extranjeros, los judíos vivían en un islote de paz. En la Corona de Aragón hubo diversas persecuciones a partir de la peste de 1348. Sin embargo, el odio popular no fue alentado por las clases superiores y el poder real trató de impedir los desmanes. En Castilla, sin embargo, varios factores se unieron para convertir el reino en un lugar peligroso para los judíos: al fanatismo de algunos sectores del clero y a la llegada de rumores anti judíos (causantes propagación peste, usureros…) que calaron en las masas populares se une una profunda crisis política. La oposición política a Pedro I utilizó el argumento judío para desprestigiar al monarca, lo que llevó a desmanes contra los judíos, con incidencia máxima durante la guerra civil. Aunque una vez asentado en el poder, Enrique II procuró suavizar su actitud ante los judíos, lo cierto es que la llegada de este rey supuso para los judíos un importante retroceso en sus condiciones de vida: apenas se encuentran desde entonces judíos entre los altos oficiales de la Hacienda Real y se consideró a este pueblo culpable de las desgracias del pueblo.

Entre 1391 y 1416 cambia radicalmente la situación de los judíos en España.
La primera fecha es el inicio de la intolerancia. La violencia anti judía, provocada por el fanatismo religioso, se desencadenó sobre la base de una situación de crisis social aguda. En Castilla, además, debemos contar con el factor político: el vacío de poder desde la muerte de Juan I contribuyó a desatarla.

Todo comenzó en Sevilla, donde Fernán Martínez comenzó una campaña de sermones provocadores en 1378, a pesar de las críticas de la jerarquía católica. Cuando en 1390 llegó al poder en la diócesis sevillana aplicó su programa destruyendo sinagogas y libros judíos. La violencia se extendió rápidamente por todos los reinos peninsulares, llegando a Toledo, Cuenca, Valencia, Barcelona… Nunca había llegado tan lejos la violencia contra los judíos.

En aquel dramático momento muchos judíos decidieron emigrar al norte de África espantados por las persecuciones incontrolables de las masas populares, pero muchos más se decidieron por la conversión. Si bien en los casos de los intelectuales pesó más el cálculo político, en la gran mayoría de los judíos fue el miedo lo que provocó la renuncia de su fe. La Iglesia, viendo la ocasión de mermar el número de judíos en España aceptó aquellas conversiones y decidió ampliar el movimiento por medios menos drásticos. El poder real tampoco se quedó atrás y un ejemplo de la nueva situación son las leyes de Ayllón, un hito en la discriminación legal de los hebreos, a los cuales se les obliga a vivir encerrados en barrios exclusivos.

En estas condiciones nada tienen de extraño las conversiones masivas: atemorizados, desmoralizados por las persecuciones y la apostasía de sus élites muchos judíos abrazaron el cristianismo. El año 1414 será recordado por el de la gran apostasía judía, creándose un nuevo problema, el de los conversos.

En el S. XV los judíos pasarán a un segundo plano. Su número mermó considerablemente debido a los anteriores acontecimientos. En general, las grandes aljamas desaparecieron o quedaron muy reducidas y los judíos prefirieron marchar a núcleos más pequeños.

Serán los conversos los principales protagonistas del problema político, social y religioso. No sumaban más del 5% del total de la población española de la época, pero al concentrarse en las ciudades llamaban mucho la atención. No formaban un grupo socia homogéneo e intentaron borrar las huellas de su pasado judío por medio de los matrimonios mixtos. El problema era que la plebe cristiano vieja los rechazaba por dos motivos principalmente:

-          El converso tipo ocupaba altos cargos en la sociedad, lo que producía la envidia de los cristianos viejos.

-          Sospechaban los plebeyos que todas las conversiones no eran sinceras. En parte se basaban en la permanencia de costumbres, como la alimentación, que no tenían nada de religioso en sí, o en la falta de instrucción religiosa, algo totalmente comprensible. Pero lo cierto es que no se equivocaban del todo, pues existieron muchos conversos que judaizaban y otros que eran escépticos (menospreciaban los ritos religiosos), algo escandaloso en una sociedad tan religiosa.
Aunque a partir de 1420 parece retornarse a un clima de normalidad, las discordias políticas y las dificultades económicas en la segunda parte del reinado de Enrique IV reactivan la hostilidad contra los judíos, y por primera vez también contra los conversos.

La llegada de los Reyes Católicos (RRCC) fue inicialmente una buena noticia para los judíos, pues sólo un poder real fuerte que impusiese su autoridad podía impedir los atropellos. Los RRCC pusieron a la aljama bajo su protección, prohibiendo todo tipo de opresión contra los judíos.

Aunque sus medidas terminaron con las vejaciones, no evitaron que se continuasen propagando rumores y acusaciones irracionales, producto de la fobia popular: los judíos eran acusados de engañosos, usureros, profanadores…; predicadores de órdenes mendicantes se encargaban de infundir en las masas esta repulsa irracional.

El número de judíos en la España de los RRCC sólo representaba el 2% del total y se ubicaban en poblaciones pequeñas principalmente, muchos dedicados a la agricultura y ganadería. Los dedicados a la artesanía eran escasos y marginales los comerciantes. Por lo que se refiere al a usura, eran pocos los judíos tesoreros o recaudadores, destacando en Castilla A. Seneor y Y. Abravanel. Por tanto, debemos rechazar los tópicos difundidos sobre los judíos de la época; además, no formaban un grupo homogéneo, diferenciándose los ricos de los pobres.

El número de conversos era mayor que el de los judíos y su distribución era contraria a aquellos, destacando la gran concentración de Andalucía. Casi todos se ocupaban en la artesanía, el comercio, los servicios, la gestión financiera y los oficios públicos. Y en general, se les acusó de comportarse como nuevos ricos.

Muchos contemporáneos, al describir las características judías no hacen sino describir realmente a los conversos. Esto nos informa que para los contemporáneos no existían diferencias claras entre ambos grupos, considerando a los segundos herejes disfrazados de cristianos. En algunos casos no se equivocaban, pues el criptojudaísmo fue una realidad tolerada hasta la imposición de la Inquisición.

Los RRCC se encontraron con un panorama donde los judíos, conversos y cristianos viejos tenían una convivencia conflictiva entre sí. Para evitarlo, en 1480, tomaron dos medidas:

-          Segregación rigurosa de los judíos para apartarlos de los conversos: el objetivo era terminar con el problema de los conversos judaizantes (cortando su relación con los judíos) y mantener una presión tal sobre los judíos que les incitara a la conversión.

-          Creación de un tribunal especial para castigar judaizantes: la asimilación total de los conversos debía acabar con el clima de tensión permanente y la solución para amedrentar culpables y escarmentar al resto fue crear un régimen de terror. La Inquisición comenzó su trabajo en Sevilla con duras medidas. Los RRCC tenían un instrumento religiosos poderoso bajo su control e independiente de Roma.

Debido a que todas estas medias no acabaron con el problema, el siguiente paso fue la expulsión de los judíos. Del decreto de expulsión existen tres versiones. La primera del inquisidor Torquemada sirvió de base para las otras dos, una emitida para Castilla y otra para Aragón. En esencia las mismas, contienen alguna diferencia: si la del inquisidor es más injuriosa con los judíos, la aragonesa es la única que hace hincapié en el tema de la usura.

Los textos plantean lo siguiente: primero se expone el problema de los conversos judaizantes y las medidas anteriores planteadas para resolverlo. Puesto que no han servido para atajarlo, deciden cortar la causa principal de raíz expulsando a los judíos. A continuación se detalla cómo llevar a cabo la expulsión, cuyo plazo máximo es de cuatro meses.

La idea de los RRCC, aunque no indicada explícitamente, era que los judíos pasaran a ser conversos. Luego la Inquisición y el tiempo lograrían unificarlos en el cristianismo.
No obstante, muchos judíos prefirieron marcharse a cambiar de fe. Se calcula que marcharon unos 50.000, preferentemente a zonas mediterráneas y países próximos: si en Fez se les dio mala acogida, mejor suerte tuvieron los emigrados a Italia y sobre todo a Turquía, país que los acogió con los brazos abiertos.
En 1492, por tanto, termina la historia del judaísmo español, que sólo llevará en adelante una existencia subterránea.

Por último, es importante desgranar las diversas interpretaciones que se han ofrecido para intentar explicar los motivos que empujaron a los RRCC a tomar esta medida:
 
a.     Codicia de los soberanos: Como súbditos y vasallos de la corona, de la que dependían totalmente, los RRCC podían pedir de ellos todo lo que se les antojara. Los judíos les interesaban más como contribuyentes, pero con la expulsión éstos desaparecen. También se ha exagerado el papel económico de los judíos en la época, poco importante en 1492. Los únicos que sacaron beneficio de la expulsión fueron individuos sin escrúpulos que compraron a poco precio los bienes que los judíos no podían llevarse consigo.

b.     Lucha de clases: Esta tesis marxista pone el acento en la nobleza feudal, causante de la expulsión con el fin de eliminar un sector de clase media que amenazaba su ambición para controlar el Estado. La tesis se cae por su propio peso al fijarnos que muchos judíos estaban al servicio de los grandes. Una variante la propone Haliczer al culpar de la expulsión a las oligarquías urbanas, agobiadas por las deudas ante los judíos. De nuevo se olvida un hecho contrastado: la presencia de corregidores reales dejaba poca acción a las voces reivindicativas o contrarias al estado.

c.      Justificación por motivos religiosos: Esto supone que o bien los RRCC compartían el odio de las masas cristiano viejas o que lo utilizaban para congraciarse con la opinión pública. En ambos casos la situación es imposible, pues los RRCC tuvieron colaboradores judíos o conversos de confianza y debido a su régimen autoritario no necesitaban tener la aprobación de la sociedad.; Algunos autores van más lejos y acusan a la reina de la medida, impregnada de una fanática devoción. Tampoco puede sostenerse tal afirmación, pues los RRCC nunca subordinaron la política a la religión. Si bien toman como suya la idea original de la inquisición de expulsar a los judíos como mejor forma de acabar con los conversos judaizantes, su preocupación principal, además de terminar con la herejía, era integrar definitivamente a los conversos en la sociedad española. El acuerdo de la medida disimula por tanto un desacuerdo sobre los motivos entre la Iglesia y el Estado.

d.     Construcción de un Estado moderno: Los RRCC, en su deseo de renovar el Estado y reinar con un absolutismo moderno, se desmarcan de situaciones anteriores donde la persecución judía coincidía con épocas de crisis económicas o de debilitamiento político. Entonces servían de pantalla ante unos intereses ocultos. Ahora, la medida se produce en una época de prosperidad y cuando el poder real es sólido. Es cierto que en las sociedades del Antiguo Régimen la cohesión principal era la unidad de fe. Pero la circunstancia clave que más peso tuvo a la hora de decretar la expulsión fue el acabar con la autonomía relativa de la comunidad judía. El estado moderno que tendía a la unificación en todos los sentidos no podía tolerar una micro sociedad autónoma en aspectos religiosos, judiciales, culturales…

Una vez realizada esta breve sintaxis de la obra de Joseph Pérez, enumeraré las principales conclusiones que he sacado de la lectura:

1.     La historia de los judíos en España, desde la caída del Imperio Romano, es la historia de una minoría tolerada por necesidad y perseguida en momentos de crisis. La pretendida tolerancia y el mito de las tres culturas debe matizarse. Nunca la cultura judía se pudo equiparar a la dominante y la tolerancia venía dada por la necesidad de los gobernantes ante las habilidades judías para el comercio, las finanzas…, siempre a cambio de duras condiciones económicas. En el caso cristiano, la tolerancia permitida por el poder político chocaba con la intolerancia del estamento religioso. Éste, ante la incapacidad de influir sobre los reyes, decidió realizar una labor soterrada, instruyendo a las masas sobre la maldad del pueblo judío. Este ambiente anti judío creado es el caldo de cultivo en el que se gestan las persecuciones y atropellos del S. XIV y XV. Si bien, la causa final que desató la violencia no fue el conflicto religioso, sino los cambios en la realidad social, llena de dificultades económicas (crisis), políticas (luchas por el poder), sociales (peste)...

2.     Los judíos, conocedores de estas circunstancias, siempre apoyaron a un poder fuerte que les pudiese proteger contra los atropellos. Esta actitud provocará el odio de los opositores al poder, que colocarán la problemática judía en la palestra para ocultar sus verdaderos propósitos de conquista del poder.

3.     Tanto con visigodos, musulmanes como cristianos, los judíos fueron perseguidos por motivos religiosos. Sólo con los cristianos, en su expulsión, se valoraron más aspectos políticos (creación de un Estado moderno absolutista) que religiosos, que también estaban presentes. 

4.     Los atropellos y medidas discriminatorias sobre los judíos crearon otro problema mayor, pues apareció la figura del converso, judío convertido al cristianismo. Dentro de este nuevo grupo social existían los conversos auténticos, los falsos (judaizantes) y los simplemente escépticos o descreídos. La actitud de los dos últimos escandalizaban a la sociedad e impedían la asimilación de estos nuevos cristianos en la masa cristiano vieja.

5.     La intolerancia estuvo fomentada por la Iglesia, y en concreto por las prédicas de las órdenes mendicantes, que seguían, como antaño, realizando una labor de calumnia continuada sobre los judíos, actitud que se asemeja al racismo. Tal era la ceguera de los predicadores, o la malicia, que confundían al judío y al converso como una misma cosa, equiparando y aunando lo peor de cada grupo. Con ello se creó una falsa imagen de los judíos de finales del S. XV que ha sido transmitida hasta tiempos recientes.

6.     Los RRCC intentaron integrar a los conversos en la sociedad para evitar los conflictos, tomando como medidas iniciales la segregación judía del resto de la población y la creación de la Inquisición para castigar judaizantes.

7.     La inoperancia de estas medidas fue la excusa empleada por los RRCC para decretar la expulsión. Pero en este caso, tras las razones religiosas, debemos ir más allá y entrever las razones políticas. Éstas últimas son las verdaderamente importantes, pues los monarcas consideraban la micro sociedad judía un estorbo en la configuración del Estado moderno de corte absolutista.

8.     La expulsión fue bien tomada inicialmente en la Europa cristiana occidental, pues era la pretendida convivencia medieval lo que extrañaba a nuestros vecinos. Pero esta convivencia era una tolerancia forzada, pues la libertad religiosa, tal como la conocemos hoy día,  no podía existir en la España medieval.

9.     La medida, tachada en cierta parte de la historiografía de bárbara y primitiva, en realidad no hacía sino adelantarse a su tiempo. En el S. XVI, debido a la reforma luterana, se erigirá como principio para los estados el “Cujus regio ejus religio”, es decir, la creencia religiosa no puede ser independiente de la nacionalidad. Esta máxima, por ejemplo, es la que llevará a Luis XIV en 1685 a expulsar a los hugonotes de Francia.

10. La intención real de los RRCC no era expulsar a los judíos, sino obligarles a la conversión al cristianismo. Era el último intento de asimilación de esta minoría. Dados los resultados, se comprobó que no fue acertada. Eso no será óbice para repetir la historia con los moriscos a principios del S. XVII.

11. El autor asemeja la situación de España con la Francia de 1992, donde la inmigración musulmana comenzaba a ser un problema debido a su resistencia a asimilarse con los autóctonos. Creo que el debate asimilación o integración es muy apropiado en la España actual. Aunque aún no hemos llegado a los brotes violentos acaecidos en Francia y a la situación de aislamiento en guetos de los inmigrantes, si empiezan a florecer roces en Andalucía ante unos inmigrantes celosos de conservar su cultura y tradiciones. Controversias sobre la permisividad de llevar o no llevar velo en las aulas esconde un problema mayor, el rechazo al diferente y la defensa e imposición de la cultura autóctona. ¿variaremos, por una vez, nuestra política respecto al resto de lo que se hace en Europa?. Espero que en estos algo más de 500 años seamos más tolerantes que antaño y hayamos aprendido algo de nuestro pasado. Lo deseo, aunque no soy optimista al respecto. La multiculturalidad igualitaria sólo es posible en un estado totalmente laico, y en España aún no hemos conseguido ese logro enunciado en la Revolución Francesa.


Copia sellada del Edicto de Granada de la expulsión de los judíos de España

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