Existen muchas personas a las que el miedo a ponerse una
lentilla en el ojo les impide disfrutar de uno de los métodos más cómodos y
estéticos de compensar nuestros errores refractivos. Generalmente, ese miedo a
“tocarse el ojo” es más una ilusión mental que un terror real. Y las personas
que empiezan una adaptación de lentes de contacto, si desean llevar lentillas,
salen con ellas tras unos días de prueba y aprendizaje.
Las personas que me conocen saben de mi inicial inutilidad
para poder ponerme una lentilla en el ojo. De hecho, mis primeras prácticas de
contactología en la universidad fueron aprobadas más por pena que por destreza
y buen hacer. Los profesores me veían con tan buena intención… ¡y con unos ojos
tan inyectados en sangre!
Os puedo asegurar que si yo logré ponerme lentillas todos
podréis ponéroslas tarde o temprano. Sólo existe un solo secreto: ¡Querer
hacerlo! Bueno, y unos sencillos pasos a seguir que os cuento a continuación.